EL CRUEL AMOR
La luz de un clavel rojo azota mis
párpados
cuando tu mano se hunde
en la gruta sidérea
donde se agita el germen de las constelaciones.
Hace tanto deseo,
tanta avidez, tanta lúbrica avaricia.
El cruel amor me apunta con su aullido,
indaga mis márgenes rosados
-mis márgenes expuestos
a la lluvia metálica del celo:
un golpe de mar,
un golpe de siembra,
un goce que delata
la inutilidad de mis fronteras-.
El cruel amor se frota en mis caderas.
Hasta mi boca trepa,
mordiéndose las alas,
una paloma de carne impenitente.
Una gota de fuego,
un pétalo de luz descerrajada
se agiganta en mis labios.
En mis grupas
el amuleto de tu buena suerte
respira acompasadamente,
como un animal dormido.
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