SE SUPONE
“…una cabeza
con el pelo ardiendo es apolítica.” – Stephen King
Se supone que Dios escucha
-algunas veces-
y el milagro sucede:
un niño cruza las vías
con las barreras bajas
y el tren lo ignora,
el tren le salva la hechura del cuerpo,
le perdona la carne,
le ampara los días por venir.
El tren no quiere
y Dios escucha.
Se supone.
Se supone que Dios no escucha
- algunas veces-
y el miedo apila cadáveres,
unos sobre otros
y la hoguera explota en los úteros
donde mueren
los que tendrían que haber nacido.
Y a la chica rubia de vestido gris
y lentes graciosos
-lentes con forma de corazón,
lentes de putita,
una broma entre amigos,
un estúpido chiste con final atroz-
se le chamusca el pelo,
se le ampolla la piel,
se le revienta el grito.
Se supone.
Se supone que todos los muertos son
iguales,
que el tipo que se abrasa
debajo de un escritorio
está tan muerto como el que se traga
el anzuelo de la guerra,
como la que no usa lentes de putita
y no tiene tiempo para bromas.
Se supone.
Pero no.
Alguien me dice que no.
Alguien me dice que la chica rubia
de pelo chamuscado
se lo merece.
Que el tipo abrasado,
como un macabro pollo al spiedo,
se lo merece.
Que el huérfano de ojos azules
que come hamburguesas en Mc Donald’s
se lo merece.
Que la mujer que salta al vacío
y cambia el fuego
por la cabeza rota contra el pavimento
se lo merece.
Son yankees.
Son asquerosamente yankees.
Que se mueran.
Que se mueran todos.
Ellos suponen que hay humanos con derechos
y humanos con dinero.
Ellos suponen que hay huérfanos que lloran
y huérfanos que juegan Play Station.
Pero no.
Yo supongo que no.
No importa lo que me digan:
me hubiera gustado poder abrazar a la
chica rubia
y decirle que no tenga miedo.
Me hubiera gustado sostenerle la mano a
la mujer
de la cabeza rota
y decirle que todo iba a salir bien.
Me hubiera gustado explicarles a los que
sonrieron
cuando Dios no escuchó
y la Muerte quiso
que el dolor,
el horror
no tienen bandera.
No se lo
merecían.
Yo supongo que no.
Yo digo que no.
Entonces algunos me miran raro.
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