ENTONCES NOS
ACORDAMOS
Ocurre que,
de vez en cuando,
la muerte no viene en cuotas:
la muerte viene al contado
y se multiplica
(pantagruélica,
ávida,
incesante,
como una amante con las uñas demasiado
largas).
Ocurre que esas uñas de puta
desgarran a los otros.
Entonces nos acordamos.
Plantamos banderitas,
regalamos corazones.
Abrimos la boca muy grande
(para comernos mejor el horror)
y decimos: “¡Oh, oh, oh!
¡Cómo me duele
ese tipo
que vive a
cientos de kilómetros
y a quien no
tengo el gusto de conocer!
¡Cómo me
duelen el hambre,
y la mugre,
y los
escombros!”
Ocurre que,
de vez en cuando,
el dolor no se esconde:
el dolor reniega del anonimato
y se exhibe
(obsceno,
inconveniente,
sicalíptico,
como una amante con las medias rotas).
Ocurre que esas medias de puta
estrangulan a los otros.
Entonces nos acordamos.
Pero es enero.
Hay que preparar las valijas
y llevar el perro a casa de mamá
para que lo cuide durante nuestras
vacaciones.
Hay que bajar cinco kilos en una semana
para poder mostrar el culo tranquila en
la playa.
Hay que procurar un bronceado parejo.
Y por ahí, jugarse alguna fichita en el
Casino.
Entonces nos olvidamos.
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