CAZADORA
Crepúsculo.
El cielo es un alucinado escenario violeta.
Lentamente va gestándose la noche.
Crepúsculo.
El cielo es un alucinado escenario violeta.
Lentamente va gestándose la noche.
Ella abre sus grandes ojos pálidos
testigos seculares de la flaqueza humana
y siente una urgencia horadándole el alma,
urgencia de humores que estallan y se derraman,
de corazón que palpita anhelante,
de sangre que fluye exactamente
por los circuitos vitales del cuerpo.
Urgencia que es hambre y sed
y la empuja a adentrarse en la noche ya nacida,
en los callejones desangelados,
en la rabia de las putas y los locos,
de las viejas sin dientes y los niños
de barrigas quejosas.
Ella danza en el vodevil de la noche,
entre profecías que nadie escucha
y alcantarillas que vomitan mendigos
con sus bocas siniestras.
Adivina las virtudes ahogadas
en el exiguo naufragio del alcohol,
la sórdida aventura en el hotel barato,
los rostros de los íncubos y súcubos
que hacen sus apuestas.
Hambre y sed.
Hambre y sed.
Hambre y sed.
Hambre y sed.
Hambre y sed.
Y en una esquina cualquiera del espanto,
la presa.
La mujer descubre sus colmillos.
Cierra los ojos.
Muerde.
la presa.
La mujer descubre sus colmillos.
Cierra los ojos.
Muerde.
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