lunes, 30 de septiembre de 2024

MARÍA SOLEDAD

 

MARÍA SOLEDAD


“Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.”
Alejandra Pizarnik



La pequeña muda,

la pequeña ciega,

la pequeña muerta.

Empujando los gestos hasta el barro.

Empujando el barro hasta el cielo.

Empujando el cielo hasta el hambre

de los que se quedaron sin sus cartas

(cartas de saliva,

cartas de incienso y lustre de pájaro,

tibias como los ojos de un ciervo).



Niña de fuego sereno,

niña de huesos que levitan,

de médula cristalina,

fantasma hecho de sustancias milagrosas.

Jura que sí, jura que no

(lo jura con el silencio

de una campana de luciérnagas

que se deshizo en el viento).

Aúlla

como una casa vacía.



La pequeña muda,

la pequeña ciega,

la pequeña muerta.

Devorando el pan de los recuerdos

que nunca serán.

Contaminando nuestros cuerpos

con sus úlceras.

Empujando el barro hasta el cielo

pero quedándose.

Dolorosa como una cuna sin ruidos.



Definitiva como el olor de una mujer

después de haber amado.






María Soledad Morales fue torturada y asesinada en Catamarca el 8 de septiembre de 1990 por los “hijos del poder” local. Estaba a punto de cumplir 18 años. El intento de las autoridades de la provincia por encubrir el asesinato desencadenó una serie de históricas movilizaciones populares que contaron con el apoyo de amplios sectores en todo el país, tras lo cual se logró el esclarecimiento del homicidio y se pusieron de manifiesto las condiciones semifeudales de ejercicio del poder en muchas provincias argentinas.


Arte: Silvia Pelissero
Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)  

sábado, 28 de septiembre de 2024

NAIR



NAIR

“Ahora estamos más solos por imperio de muerte, por un cuerpo ganado como un palmo de tierra por la tierra baldía...”
Olga Orozco



 Sentada en el olvido,
sentada en el esqueleto de  la niebla,
la pequeña desafortunada
no sabe de colores.
Todo lo que vio alguna vez
se hizo negro
en las falanges húmedas del barro.
En su frente
la caligrafía de los insectos repetidos
ha dejado su huella cirujana.
Una gitana de polvo
le lee la desventura cada día:
le dice que se muere,
que la mueren,
que el verano se acaba y que la noche
recién está dando sus primeros pasos.


Nair Mostafá desapareció mientras se dirigía desde su casa a la pileta del Club Huracán de Tres Arroyos, Buenos Aires, la última tarde de 1989. El cuerpo de la niña fue encontrado ultrajado y semidesnudo en los primeros minutos del 1 de enero de 1990 en terrenos del ferrocarril, justo al lado de las vías abandonadas. Nair tenía 9 años. Su asesinato continúa impune.


Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)  

jueves, 26 de septiembre de 2024

JIMENA


JIMENA


“acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan”
Sylvia Plath

  

El invierno se tejió 

con una manta de agua 

 Pero no agua dulce,

 no agua de peces girando 

 como calesitas de plata y azúcar:

 agua viciada de grito,

  agua mala como esas luces del campo

  que nadie sabe de qué hueso vienen.

  

 El invierno se tejió

  con agujas de llanto.

 El llanto también es agua,

  y ella sigue flotando en las lágrimas,

  es Alicia sin país y sin maravillas,

  es Alicia  con ojos  de ráfaga,

  con ojos de sombra, con ojos de nada,

  desnuda de animales fabulosos.

    

Es Alicia pero está muerta.



Jimena Hernández apareció muerta en la piscina del Colegio de la Santa Unión, en la tarde del 12 de julio de 1988, día en que se celebraba en dicha institución un torneo de natación. Aunque en un principio se creyó que había muerto ahogada, se comprobó, autopsia mediante, que había sido abusada sexualmente y asesinada. Hubo varios sospechosos de su muerte pero su crimen aún continúa impune. Jimena tenía 11 años.



Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)

martes, 24 de septiembre de 2024

ALICIA


 ALICIA

“Me he muerto tan despacio como el humo
y mis alas de barro no sabían volar.”
Amalia Iglesias 


Hubo noches felices
y yo fui una mujer inmensa,
siempre oliendo a bienvenida,
rubia como las chicas con las que sueñan
los soldados de Hollywood,
cálida como el derrotero
de unas medias de seda.

 En esas noches
ardidos animales de saliva
mordían mis contornos.
Yo abría los ojos como si fueran jaulas,
abría las piernas como si fueran plazas,
y una humedad de caracoles tibios se deshacía en lágrimas,
en jugos promisorios.
En esas noches
bebíamos champagne y nos reíamos
y el amor era un tigre
diseminando sus ferocidades.

Hubo también noches terribles
y yo fui una mujer pequeña,
siempre oliendo a pavura,
vacía como el canto de una mendiga
lapidada por el viento,
fría como una llaga supurante
de vidrios rotos.
  
En esas noches yo aprendí a morirme.
De a poco. De a mucho.


Mi exhalación final apenas fue un detalle.


Alicia Muñiz, modelo, vedette y actriz de cine uruguaya,  falleció 14 de febrero de 1988  tras caer en estado de inconsciencia del balcón en una casa del Barrio Los Troncos en Mar del Plata, Buenos Aires,  luego de recibir un feroz paliza de su pareja, el boxeador Carlos Monzón, mientras el hijo de ambos, de 6 años, dormía en otra habitación de la casa. Su asesinato fue uno de los casos de femicidio más polémicos de la Argentina. Alicia tenía 32 años.


Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)

domingo, 22 de septiembre de 2024

CECILIA


 CECILIA

“Yo no miro nunca el interior de los cantos. Siempre, en el fondo, hay una reina muerta.”
Alejandra Pizarnik

  
La Muerte canta. 
Canta una canción engrisada, 
una canción de pavor y muros, 
una canción de reinas y reyes que le arrojan piedras a la luna. 
Piedras como lágrimas,
 piedras como pecados como besos como cruces. 
Como presentimientos.
 Canta en los bordes de un pájaro invisible 
encadenado por el viento, 
en el primer eslabón de la tormenta que no llega. 
  
La Muerte canta. 
Canta con una daga de infancia hincada en la memoria. 
Yo desmigo pasillos. 
No sé si me gusta la noche. 
No sé si me gusta este espejo vacío de gestos 
donde me reconozco 
tan reina como cualquiera. 
Tan loca como cualquiera. 
No sé si mañana alguien encontrará mi nombre 
reptando en la basura. 
Porque la Muerte canta. 
Canta para mí. 
Y la unción de las criaturas que se asilan 
en su garganta ávida 
hacen de mi rostro 
el perfume amado de lo desaparecido.


Cecilia Giubileo fue vista por última vez la noche del 16 de junio de 1985 en la Colonia Open Door de Luján, Buenos Aires, donde se desempeñaba como médica. A partir de ese momento, se tejieron muchas hipótesis relacionadas con su desaparición, que incluyeron desde ritos satánicos hasta tráfico de órganos y de personas. Lo cierto es que nunca se supo nada más de Cecilia y que nadie fue acusado por su desaparición.


Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)

viernes, 20 de septiembre de 2024

ORIEL

 

ORIEL

“El alma al descubierto
vulnerable.
Estar así. Beberse a uno mismo.
Sollozar.”
Mía Gallegos


La mujer levita
amortajada con un camisón celeste.
Es el fantasma de una nuca rubia
cayendo de rodillas,
el déjà vu de una lengua atravesada
por un anzuelo de amapolas feroces,
la recordación de una boca viva.
Debajo de sus pies
el mundo
se ha quedado vacío de todo
menos de sus lágrimas.

Podría ser una virgen,
rubia,
con un manto celeste
(con un camisón celeste).
Podría ser la intención de lo sagrado.
Pero es una voz descosida de palabras,
Un ovillo de silencio y hambre.
Y sangra.


Oriel Briant, bella profesora de inglés residente en La Plata,  Buenos Aires, fue asesinada el 14 de julio de 1984 y encontrada poco después en un paraje al costado de la Ruta 2 por un automovilista que pasaba casualmente por allí. El principal sospechoso del crimen fue su esposo, Federico Pippo,  presuntamente ayudado por algunos familiares, mediáticamente conocidos como "el clan Pippo". Pippo fue  arrestado el 6 de septiembre de 1985 y posteriormente sobreseído en la causa. Oriel tenía 37 años. Su crimen aún continúa impune.


Del poemario "Interrumpidas" (2017 - 2° Edición)

miércoles, 18 de septiembre de 2024

31 DE DICIEMBRE

31 DE DICIEMBRE

A Rosana



Esta noche no voy a estar en Nueva York.

Nada de confeti ni fuegos artificiales en el Times Square.

Nada de lentes graciosos

y besos en la boca con desconocidos parecidos a George Peppard

tal como lucía en “Breakfast at Tiffany's”.

Nada  de brindis en el 230 Fifth Rooftop

ni caminatas por el Puente de Brooklyn.

Nada de zancadillas a los espacios vacíos en la mesa

donde ceno cada Nochevieja  desde los ocho años

(antes protestaba por el mantel de hule,

los platos desparejos,

las copas que son para sidra y no para champagne,

pero ahora me da lo mismo,

me da exactamente lo mismo,

podríamos pedir una pizza esta noche y estaría bien,

ningún mantel decorado con pinitos festivos y muñecos de nieve alcanza

para adornar la ausencia,

ninguna copa de cristal fino sirve

para que el champagne barato parezca menos barato

y la sidra no me provoque dolor de estómago).



Esta noche no voy a estar en Nueva York.

Voy a estar en casa.

Voy a sonreír como una estúpida mientras puteo por lo bajo

porque soy yo la que tiene que recoger los platos sucios

mientras mis cuñadas

revisan compulsivamente sus teléfonos.

Voy a sonreír como una estúpida

(sabés que me sale bárbaro).



Voy a estar en casa.

Llamame.

Decime que la gente exagera.

Que Nueva York no es tan lindo en diciembre.

Que no hay desconocidos altruistas  parecidos a George Peppard

besando con alegría a señoras desencantadas.

Que hace un frío de locos.

Decime, por favor,

que el año que viene

los platos los va a lavar otra.





Del poemario  "Pretty in pink" (2016) 

lunes, 16 de septiembre de 2024

VOS SABÉS


 VOS SABÉS


Vos sabés lo que opino de diciembre:
que es una calamidad. Una plaga.
Diciembre robustece a los muertos.
Multiplica en las mesas vajilla desolada
donde el viento se devora a sí mismo.
Falsea la alegría.
Desfigura su sexo de verano con historias
donde se agita el frío
y una llora preparando la Waldorf
porque se acuerda de la vendedora de fósforos de Andersen.
(En realidad, una llora por otra cosa,
llora porque diciembre la estrangula
con estúpidas guirnaldas,
porque no se va a ir a la cama con el hombre que quiere,
porque está harta de la cocina,
pero la vendedora de fósforos es la excusa perfecta:
pobrecita, tan chiquita y congelada;
pobrecita, tan chiquita y muerta).


Vos sabés lo que opino de diciembre:
que es una úlcera en el almanaque.
Sin embargo, año tras año,
estoicamente burguesa,
me acomodo a sus exigencias.
Así que acá tenés la listita de lo que tenés que comprar.


Por favor, el champagne rosado. 


Del poemario "Pretty in pink" (2016)