ESPEJO, PORTAL
Tu carne es un espejo.
Y es un portal, como todos los espejos.
En la lucidez rolliza de tu lengua
veo mi sed,
veo el nudo que amarra el olor a Dios
para que el beso huela a paraíso.
Cruzo tu boca
-portal, puerta, pórtico-
y me destiño en tu saliva
hasta alcanzar la transparencia que me
aleja
de las leyes terrenas.
Verme en tu carne es asomarme
a las ventanas del cuerpo
-en el vidrio que templan tus silencios
resbalo como una rosa
con sandalias gastadas-.
Cruzar tu carne es salir de mí,
del espiral donde mi piel nunca empieza
y nunca concluye.
Espejo, portal,
en tu carne
jamás se divorcian los amantes.
Amor cotidiano,
habitual,
edificio de pechos afables,
enorme,
inagotable,
sobreviviente
en un país de llanto devorado.
La magia persevera
en
las manos recíprocas,
en las almohadas jamás oxidadas
que se abrazan en la noche,
en el látigo endulzado de mis piernas.