jueves, 24 de abril de 2025

LAS BRONTË


LAS BRONTË



Las hermanas vagan por la casa,

el lugar de reposo

donde esconden la piel

y recomienzan la seda de los días

con cada cosa en su lugar.

Con las coordenadas de la soledad

marcando el punto exacto

donde el té se transmuta en ceremonia.



Las hermanas tiemblan como ciervos tibios

encerrados entre paredes de papel.

Arrastran un dolor

por cada letra del abecedario.

Sostienen con un hilo de palabras

la forma de la huida.

Pero no huyen.

Flotan.

Se enmohecen.

Se vuelven transparentes.

La noche va haciendo pie

en sus pulmones férvidos.

Una tras otra caen

como moscas dulces.


Las hermanas tienen la voz

pero no saben

cómo empezar a vivir.



Entonces mueren.



Lágrima

sobre lágrima

sobre lágrima.



En el polvo. 





Arte: "Portrait of the Bronte Sisters", Patrick Branwell Brontë

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

martes, 22 de abril de 2025

EL BAILARÍN DE LA LUNA


EL BAILARÍN DE LA LUNA

“Todos responden a la Necesidad. Oh, ese alarido sinfónico de mil voces que se esconden, el grito de la propia Necesidad, la entidad, el observador silencioso, algo que está frío y quieto, que se ríe, el Bailarín de la Luna.” – Jeff Lindsay, “Darkly Dreaming Dexter”



La muerte es circular

como la ronda de la golondrina:

empieza en él,

termina en él.



No es el océano.

No es cielo.

Es la bestia que anhela

reconciliarse con la niebla.

El mugido que busca

una boca para huir.

Una lengua

para marcar pertenencia.

La pulsión encajada

en los bordes justos.



La mano despierta,

no duda,

es una llaga de rasgos afilados,

un buitre que se precipita.

La mano se apodera del destino.

Lo amasa,

lo amansa.

Lo encierra

entre cuatro paredes de sangre.

Desata el acero virgen:

cada vez es la primera vez.



Sin manchas en las paredes.

Sin cuerpo del delito.

Los monstruos educados

siempre recogen sus juguetes.



La noche se completa

en el jadeo

cuando una luna roja,

hinchada como el sexo

de un mendigo idiota,

estalla en todas partes.






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011) 

domingo, 20 de abril de 2025

THE BLACK DAHLIA


THE BLACK DAHLIA

A Elizabeth Short


Pasa media mujer

con una sonrisa al hombro.

Una sonrisa cortada a mano.


Pasa media mujer

por todos los espejos.

Y los ojos del morbo se solazan

en la carne entreabierta.


Pasa media mujer.


Bastó que el asesino cortara

para que la hipocresía de los que no la vieron llorar,

cuando era una mujer entera,

la ascendiera de puta a flor.







Arte: "Black Dahlia", nicolette723

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

sábado, 19 de abril de 2025

MI MADRE NO VOLVERÁ A VER EL MAR


 MI MADRE NO VOLVERÁ A VER EL MAR

 

Antes de la gran muerte,

la definitiva,

hay pequeñas muertes cotidianas,

renuncias imperceptibles,

mínimas claudicaciones.

 

Mi madre no volverá a ver el mar.

Una pequeña muerte

vacía de caracoles y algas.

Una renuncia involuntaria

a la casa soleada del verano.

 

Los ojos de mi madre

se quedaron sin gaviotas.

No sé  si ella lo sabe.

No sé si lo comprende.

Su paisaje se redujo

a la blancura espectral de las sábanas,

al beso amargo de las píldoras,

a el ocaso brutal de la memoria.

 

Yo quiero regalarle el mar

a los ojos de mi madre.

Les hablo del azul,

de la sal,

del viento desnudándose

en la cadencia de las olas.

Les hablo de los peces.

Pero es inútil.

Mi madre no volverá a ver el mar.

Ni a saberlo.

 

Otra pequeña muerte

que la atraviesa

como el alfiler mezquino atraviesa

el cuerpo de una mariposa.

Un prefacio de la gran muerte.

La total.

La definitiva.

 

 

 

Arte: Alesia Habovych


Hasta siempre, mamá.

viernes, 18 de abril de 2025

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

“Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin visitas

-salvo que me gustan en especial todos los puentes- 
Tienen algo.”
Marilyn Monroe


A ella le gustaban los puentes.

Supongo que si estás sola

un puente es una promesa.

Supongo que en los ojos amargos

un puente es algo más

que un parpadeo de piel ajena.

Supongo. Supongo.

Pero yo siempre estoy suponiendo algo.



A ella le gustaban los puentes.

No iba a saltar.

No saltó.

Prefirió enredar los senos

en los cables de un teléfono eterno.

Supongo que si estás muerta

estar desnuda es un detalle.



A ella le gustaban los puentes.

Era un pedazo de carne acribillado

por miles de jadeos.

Era un pedazo de alma sin espejo.

Estaba detenida.

Pero los puentes iban y venían.



Los puentes tampoco son perfectos, querida.

Se caen.

Yo sé que se caen.



Pero una sigue como una bestia estúpida

hasta que llega la hora de manotear el teléfono.



A mi me parece que todo se vino abajo.



How will we build it up,

My fair lady?








Arte: Escultura De Marilyn Monroe Haugesund Noruega

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

miércoles, 16 de abril de 2025

TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON


  TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON

 
 
Todos los hombres que me amaron
 
tenían miradas infinitamente claras
 
y exactas como espejos,
 
y en esas miradas yo me advertía siempre
 
como la niñita de tiza rosada
 
delineada en un viejo muro
 
tiritando
 
ante el perentorio holocausto de la lluvia.
 
 
 
Tenían todos ellos
 
dedos ágiles como golondrinas,
 
siempre era verano debajo de mi falda,
 
siempre era otoño en mi corazón aturdido
 
por tantas migraciones.
 
 
 
Yo quería ser una diosa obscena
 
con ojos eruditos encastrados
 
en mis pezones febriles
 
y un oráculo brutal entre las piernas
 
(ocho brazos para atraparte
 
ocho días a la semana)

y era siempre una muñequita de trapo
 
descuartizada por el olvido,
 
una muñequita llorona que pedía, pedía y pedía,
 
un poco más,
 
siempre un poco más,
 
hasta agotar todas las violencias
 
y todas las constelaciones.
 
 
 
Todos los hombres que me amaron
 
me regalaron zapatillas rojas de punta
 
ignorando
 
que soy una pésima bailarina
 
y me obligaron a danzar sin poder detenerme,
 
hasta que se cansaron de verme dar torpes volteretas
 
y me cortaron los pies
 
(por mi bien, claro, siempre por mi bien;
 
“nena, a ver si te quedás quieta de una buena vez
 
que nos estás volviendo locos”)
 
 
 
A todos ellos les cerré
 
la puerta de mi cuerpo en las narices
 
y hasta clavé algunos alfileres en sus fotografías,
 
porque también quise ser una bruja haitiana
 
con la piel negra como la brea
 
y los pechos enormes,

pero siempre fui la maestrita espantosamente dulce
 
que jamás aprendió a leer el Tarot. 



Todos los hombres que me amaron
 
me amaron más que a las otras mujeres
 
que se cruzaron en sus caminos
 
y suspiraron de alivio cuando dejaron de amarme. 
 
 
 
Ninguno de ellos supo a ciencia cierta
 
si lo quise demasiado
 
o demasiado poco.
 
Ninguno de ellos sabe a ciencia cierta
 
cuántos de sus sueños, sus fobias y sus gestos
 
alimentaron esta manía de escribirme la vida
 
y se quedaron atrapados para siempre
 
en el blanco sopor de mis papeles
 
como mariposas detenidas en la espera
 
de algún octubre promisorio.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

lunes, 14 de abril de 2025

AMANTES

AMANTES



En el abrazo

multiplicábamos panes y peces

-dos jirones de carne enlazados

resucitando bocas de otros tiempos,

gemidos insepultos que perduran

más allá de los rumores de la espera-.

Yo me asía a tu cuerpo

y enclavaba un eclipse de ternura

en la desnuda estela de tu nombre,

y la noche insistía en sorprendernos

ejercitando su deber de hembra

siempre piadosa para  los amantes,

siempre dispuesta a perpetrar el celo.

En el abrazo

éramos dos y éramos uno siempre,

descalzos de temores remontábamos

el hilo de la lluvia

y el amor era un juego que latía

con los ojos cerrados,

sin bostezos abiertos, sin preguntas,

con la certeza del poema escrito

en el recodo exacto del encuentro,

con la ilusión del sol amanecido

impartiendo su luz desaforada

sobre cualquier presagio.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

 

sábado, 12 de abril de 2025

ROJO


 ROJO



Ese hombre me toca

y todo es rojo.

Ese hombre me pone la mano encima

y las frutas revientan, sudorosas,

en el tibio boscaje de mi sangre.

Ese hombre enciende las bujías

de mis labios secretos.

No busca entre mis piernas

pero encuentra

un breve paraíso

suspendido en el temblor de los sentidos

más allá de cualquier zona vedada.



Ese hombre me toca

y desata los lazos

del templo incontinente de la carne.

No me deja palabras

para nombrar lo amado y lo perdido:

en la cárcel de dicha que me imputa

la memoria se apaga.



Ese hombre me toca

y todo es rojo.

Un largo destino rojo

donde apuntalar la semilla del alba

dormida en mi garganta.





Arte: Steve Goad
  
Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

jueves, 10 de abril de 2025

ÉL VINO


ÉL VINO


Él vino.

Vino con sus preguntas

a rehacer mis límites.

A tumbar cualquier sueño

que siguiera de pie

con su olor a sexo empedernido.

A remover las algas.



Él vino.

Con sus insectos de zumbidos ásperos.

Como otro intento de humedad.

El lomo partido

por un rayo de luz.



Yo no sabía la edad de mi deseo.

El hambre era una costumbre mansa.

A veces me soltaba el pelo,

pero las mariposas no venían.

Él que vino fue él.

Con su miel hecha harapos.



Yo no sabía nombrarme el cuerpo.

Él lo tocó y le colgó palabras.

No sé si duro un día o un siglo

Pero él vino.

A oficiar de horizonte.



A ponerme

para siempre en sospecha.






 
Del poemario “Todos los hombres que me amaron” (2012)
 

martes, 8 de abril de 2025

HECHO DE LUZ


 HECHO DE LUZ


Multiplicada en mí

la boca

es un hecho de luz.

El beso rememora

el verde habitual de los parques.

Un pájaro se confunde

con el viento

(desplaza el horizonte).


Entusiasta del cielo

el hombre

(sin grandes ceremonias)

me toma y me devora.


La boca relumbra.





Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

domingo, 6 de abril de 2025

LA ANTIGUA ENFERMEDAD DEL OTOÑO

 


LA ANTIGUA ENFERMEDAD DEL OTOÑO

 

A Sylvia Plath



La mujer escribe en las paredes

que tiene miedo

porque su papi está muerto.

No sabe si gritar

o retorcerle el cuello a ese poema

que se ha arrancado prematuramente de las entrañas,

como a un hijo ilegítimo.



La mujer creyó, ingenuamente,

que las palabras la salvarían del desastre

y le darían de beber

a las amapolas desquiciadas que agonizaban de sed

en el campo esplendoroso de su cerebro.

La mujer comprende, al fin,

que lo único perfecto es estar muerta.



Ahora todo está en orden:

el silencio en la endecha,

la luna en el cielo,

la cabeza en el horno.
 






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

HACE MIL BOCAS, MIL SUEÑOS, MIL PUERTAS

HACE MIL BOCAS, MIL SUEÑOS, MIL PUERTAS   



Hace mil bocas, 

cuando esta boca no era 

la madrastra del silencio, 

me atreví a pronunciar tu nombre. 

Lo degusté como una a fruta dulce. 

Quizás ocultaba, entre sus aguamieles, 

un dejo sutil de podredumbre, 

pero mi lengua no se percató: 

aún había demasiado verano entre mis manos 

y los trenes llegaban a tiempo.   



Hace mil sueños, 

cuando este sueño no era 

la maledicencia del desamparo, 

me atreví a remontar tu cuerpo. 

Lo cabalgué como a un corcel vidriado. 

Quizás ocultaba, entre sus sudaciones, 

una estaca de hielo, 

pero mi carne no se percató: 

aún había demasiado jolgorio entre mis piernas

 y los barcos llegaban a tiempo.



Hace mil puertas, 

cuando todavía había puertas 

esperando ser abiertas, 

me atreví a cruzar el umbral de tu mirada. 

Caminé tus ojos en el nido tibio 

de una cama ajena. 

Y fue bello sacudir las sábanas de la mañana 

y mullir la almohada del deseo, 

a pesar de las dulzuras para moscas 

y los puñales gélidos.



Nadie me dijo nunca que la nostalgia 

era más poderosa que el amor. 

Nadie me dijo que después de mil bocas, 

de mil sueños, 

de mil puertas, 

los trenes y los barcos se entretienen 

en el temblor de un beso recordado 

y se olvidan del tiempo y de la espera.  



 Nadie me dijo que los pactos rotos 

penden sobre la luna  

con la fría solvencia de una espada, 

y que al final de un viaje erróneo 

no hay bocas, ni sueños, ni puertas, 

sólo la costumbre torpe 

de ir naciendo cada día 

para morir cuando un ángel perverso 

incendia las reservas del crepúsculo.







Arte: "For You", Christian Schloe
    
Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012) 

viernes, 4 de abril de 2025

¿ERA JOHN, ERA PAUL O ERAS VOS?


 ¿ERA JOHN, ERA PAUL O ERAS VOS?



Yo no me olvidé de tus ojos.

Ojalá vos no te hayas olvidado de los míos.



Me dicen que te fuiste,

una mueca extraviada,

adherida

al filtro del  cigarrillo final,

la cara sin terminar:

faltaba la sonrisa.

Faltaba que dijeras

“me acuerdo de los ojos

de la pibita de quince,

la que se desnudaba a medias,

el cuerpo dividido,

cuerpo cerrado/cuerpo abierto.”



(¿Crezco o no crezco?

Mejor no,

mejor estiro un poco más

esta siesta de muñecas,

este colgar de las paredes de los quince

la foto del beatle favorito.

¿Es John, es Paul, sos vos…?

Mejor me arranco de las ganas

estos ojos

en los que me desnudo a medias.



Ojos azules.)



Me dicen que te fuiste.

Nadie sabe adónde.

A veces los ojos son como suelas gastadas.

Se cansan.

Se rompen.

Se tiran al costado del camino.

A veces ni una pibita de quince,

el cuerpo indeciso,

te salva de la naturalidad de la tierra

tapiándote los gestos.



Yo no me olvidé de tus ojos

porque los tengo oscilando en este cuerpo,

cuerpo cerrado/cuerpo abierto.



¿Quién me decía

“el amor no aprieta las rodillas,

la carne no se gasta,

la piel y el miedo discuten

y siempre gana el hambre”?

¿Era John, era Paul o eras vos?



Te fuiste, sí.

Pero también te quedaste.



Ningún hombre se va entero.



Nunca.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)