viernes, 18 de abril de 2025

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

“Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin visitas

-salvo que me gustan en especial todos los puentes- 
Tienen algo.”
Marilyn Monroe


A ella le gustaban los puentes.

Supongo que si estás sola

un puente es una promesa.

Supongo que en los ojos amargos

un puente es algo más

que un parpadeo de piel ajena.

Supongo. Supongo.

Pero yo siempre estoy suponiendo algo.



A ella le gustaban los puentes.

No iba a saltar.

No saltó.

Prefirió enredar los senos

en los cables de un teléfono eterno.

Supongo que si estás muerta

estar desnuda es un detalle.



A ella le gustaban los puentes.

Era un pedazo de carne acribillado

por miles de jadeos.

Era un pedazo de alma sin espejo.

Estaba detenida.

Pero los puentes iban y venían.



Los puentes tampoco son perfectos, querida.

Se caen.

Yo sé que se caen.



Pero una sigue como una bestia estúpida

hasta que llega la hora de manotear el teléfono.



A mi me parece que todo se vino abajo.



How will we build it up,

My fair lady?








Arte: Escultura De Marilyn Monroe Haugesund Noruega

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

miércoles, 16 de abril de 2025

TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON


  TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON

 
 
Todos los hombres que me amaron
 
tenían miradas infinitamente claras
 
y exactas como espejos,
 
y en esas miradas yo me advertía siempre
 
como la niñita de tiza rosada
 
delineada en un viejo muro
 
tiritando
 
ante el perentorio holocausto de la lluvia.
 
 
 
Tenían todos ellos
 
dedos ágiles como golondrinas,
 
siempre era verano debajo de mi falda,
 
siempre era otoño en mi corazón aturdido
 
por tantas migraciones.
 
 
 
Yo quería ser una diosa obscena
 
con ojos eruditos encastrados
 
en mis pezones febriles
 
y un oráculo brutal entre las piernas
 
(ocho brazos para atraparte
 
ocho días a la semana)

y era siempre una muñequita de trapo
 
descuartizada por el olvido,
 
una muñequita llorona que pedía, pedía y pedía,
 
un poco más,
 
siempre un poco más,
 
hasta agotar todas las violencias
 
y todas las constelaciones.
 
 
 
Todos los hombres que me amaron
 
me regalaron zapatillas rojas de punta
 
ignorando
 
que soy una pésima bailarina
 
y me obligaron a danzar sin poder detenerme,
 
hasta que se cansaron de verme dar torpes volteretas
 
y me cortaron los pies
 
(por mi bien, claro, siempre por mi bien;
 
“nena, a ver si te quedás quieta de una buena vez
 
que nos estás volviendo locos”)
 
 
 
A todos ellos les cerré
 
la puerta de mi cuerpo en las narices
 
y hasta clavé algunos alfileres en sus fotografías,
 
porque también quise ser una bruja haitiana
 
con la piel negra como la brea
 
y los pechos enormes,

pero siempre fui la maestrita espantosamente dulce
 
que jamás aprendió a leer el Tarot. 



Todos los hombres que me amaron
 
me amaron más que a las otras mujeres
 
que se cruzaron en sus caminos
 
y suspiraron de alivio cuando dejaron de amarme. 
 
 
 
Ninguno de ellos supo a ciencia cierta
 
si lo quise demasiado
 
o demasiado poco.
 
Ninguno de ellos sabe a ciencia cierta
 
cuántos de sus sueños, sus fobias y sus gestos
 
alimentaron esta manía de escribirme la vida
 
y se quedaron atrapados para siempre
 
en el blanco sopor de mis papeles
 
como mariposas detenidas en la espera
 
de algún octubre promisorio.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

lunes, 14 de abril de 2025

AMANTES

AMANTES



En el abrazo

multiplicábamos panes y peces

-dos jirones de carne enlazados

resucitando bocas de otros tiempos,

gemidos insepultos que perduran

más allá de los rumores de la espera-.

Yo me asía a tu cuerpo

y enclavaba un eclipse de ternura

en la desnuda estela de tu nombre,

y la noche insistía en sorprendernos

ejercitando su deber de hembra

siempre piadosa para  los amantes,

siempre dispuesta a perpetrar el celo.

En el abrazo

éramos dos y éramos uno siempre,

descalzos de temores remontábamos

el hilo de la lluvia

y el amor era un juego que latía

con los ojos cerrados,

sin bostezos abiertos, sin preguntas,

con la certeza del poema escrito

en el recodo exacto del encuentro,

con la ilusión del sol amanecido

impartiendo su luz desaforada

sobre cualquier presagio.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

 

sábado, 12 de abril de 2025

ROJO


 ROJO



Ese hombre me toca

y todo es rojo.

Ese hombre me pone la mano encima

y las frutas revientan, sudorosas,

en el tibio boscaje de mi sangre.

Ese hombre enciende las bujías

de mis labios secretos.

No busca entre mis piernas

pero encuentra

un breve paraíso

suspendido en el temblor de los sentidos

más allá de cualquier zona vedada.



Ese hombre me toca

y desata los lazos

del templo incontinente de la carne.

No me deja palabras

para nombrar lo amado y lo perdido:

en la cárcel de dicha que me imputa

la memoria se apaga.



Ese hombre me toca

y todo es rojo.

Un largo destino rojo

donde apuntalar la semilla del alba

dormida en mi garganta.





Arte: Steve Goad
  
Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

jueves, 10 de abril de 2025

ÉL VINO


ÉL VINO


Él vino.

Vino con sus preguntas

a rehacer mis límites.

A tumbar cualquier sueño

que siguiera de pie

con su olor a sexo empedernido.

A remover las algas.



Él vino.

Con sus insectos de zumbidos ásperos.

Como otro intento de humedad.

El lomo partido

por un rayo de luz.



Yo no sabía la edad de mi deseo.

El hambre era una costumbre mansa.

A veces me soltaba el pelo,

pero las mariposas no venían.

Él que vino fue él.

Con su miel hecha harapos.



Yo no sabía nombrarme el cuerpo.

Él lo tocó y le colgó palabras.

No sé si duro un día o un siglo

Pero él vino.

A oficiar de horizonte.



A ponerme

para siempre en sospecha.






 
Del poemario “Todos los hombres que me amaron” (2012)
 

martes, 8 de abril de 2025

HECHO DE LUZ


 HECHO DE LUZ


Multiplicada en mí

la boca

es un hecho de luz.

El beso rememora

el verde habitual de los parques.

Un pájaro se confunde

con el viento

(desplaza el horizonte).


Entusiasta del cielo

el hombre

(sin grandes ceremonias)

me toma y me devora.


La boca relumbra.





Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)

domingo, 6 de abril de 2025

LA ANTIGUA ENFERMEDAD DEL OTOÑO

 


LA ANTIGUA ENFERMEDAD DEL OTOÑO

 

A Sylvia Plath



La mujer escribe en las paredes

que tiene miedo

porque su papi está muerto.

No sabe si gritar

o retorcerle el cuello a ese poema

que se ha arrancado prematuramente de las entrañas,

como a un hijo ilegítimo.



La mujer creyó, ingenuamente,

que las palabras la salvarían del desastre

y le darían de beber

a las amapolas desquiciadas que agonizaban de sed

en el campo esplendoroso de su cerebro.

La mujer comprende, al fin,

que lo único perfecto es estar muerta.



Ahora todo está en orden:

el silencio en la endecha,

la luna en el cielo,

la cabeza en el horno.
 






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)