martes, 7 de febrero de 2017

MIRROR, MIRROR


MIRROR, MIRROR



En mi casa hay un espejo

y en ese espejo

hay una mujer

que imita todos mis gestos.

Es una mujer algo vieja, creo.

Algo,

quizás no demasiado,

pero tiene la piel ajada,

la boca entre rota y feroz.

Y esas ojeras.

No me gusta mirarla.

Me parece perverso que repita

cada uno de mis gestos.

No me gusta enseñarle mi desnudez.

Cierro los ojos cuando estoy desnuda

frente a ese espejo.

Supongo que ella los cierra también.



No me gusta mirarla.



En mi casa

(casa casi casa Usher,

todos estamos locos,

o muertos,

o al borde del desmoronamiento,

o a punto de reconocernos

como la pesadilla de un Dios borracho)

hay un espejo que detesto.

Hay una mujer que detesto.

Una estúpida mujer que se empeña en imitarme.

Como si yo no fuera Alicia.

Como si yo no fuera Jo,

ni Lady Chatterley,

ni la dama del perrito.

Como si yo no tuviera veinte años.



No me gusta mirarla.



Me basta con la desazón

de tocarme el cuerpo

y palpar otoño.






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