domingo, 31 de enero de 2016

VERANO GO HOME


VERANO GO HOME


El verano me agobia.

Transpiro tres meses

a un marido que no quiere que vaya en shorts al supermercado

y piensa que las señoras deberíamos reptar

y no tener piernas

(aunque mis piernas sean cortas como las de una gran mentira,

la  gran mentira que soy,

la gran mentira que es enero,

con sus reyes y sus magos

y sus desabridos camellos,

sus promesas incumplidas de Beach Boys

y Kokomo

y Tom Cruise preparándome tragos

hasta hacerme caer borracha en sus brazos,

y no, no te cuento como sigue la película,

imaginate).



El verano me agota.

Es un insufrible muestrario de plagas:

dengue, zika, chikungunya, 

damitas en bikini con tetas de plástico y anteojos Chanel

montados en sus naricitas perfectas

(anteojos que yo no me puedo comprar,

y mirá la nariz que tengo,

y nena, sacate esos anteojos,

si resucita Coco se vuelve a morir bien muerta,

qué se yo,

ponete unos Versace,

son más cocoliche y más tetas de plástico,

más móviles desde Mar del Plata

donde un montón de señoras gordas aplauden a una señorita flaca

para salir en la tele nomás,

qué carajo le pasa a esta gente).



El verano me provoca dolor de cabeza,

náuseas, convulsiones,

cubre todo con una pátina de estupidez factor 30,

pretende hacerme creer que la vida es bella,

que el disco de Edith Piaf que sonaba ayer en aquel bar

fue un fatal error:

andá a sufrir a París con aguacero

y morite si querés,

pero acá no,

el verano no se mancha,

acá hay que mover el bum bum bum

(pero, nena, no seas ingenua,

no te creas que la joda es eterna,

yo también tenía un culo incendiario y mirame ahora,

no te creas que el Frizzé hace la felicidad,

ni que enero te va a salvar

de la mordida feroz del hastío

y  de las madrugadas sin corazón).



El verano me insulta, me acosa,

me miente con descaro:

me dice que es posible lo que no,

que aunque no lo veamos el sol siempre está,

y el mar,

y la posibilidad de enamorarnos aunque estemos pisando los cincuenta,

que no importa que mi hijo se vaya solo a Europa

y  yo me quede  preguntando cómo fue que pasó tanto tiempo,

si hasta ayer le cambiaba los pañales,

le hacía los deberes,

le decía que no tomara nada

a menos de que le abrieran la botella en las narices

(y cuándo fue que empecé  a decir las mismas pavadas que mi mamá,

el primero te lo regalan y el segundo te lo venden,

ah, no, esos eran Los Twist,

 pero podría haber sido mi vieja,

y ahora me doy cuenta porqué odio al verano,

porque me hace extrañar tantas cosas,

Los Twist, sí,

y Raquel Mancini en la tapa de la revista "Gente",

y Mark Wahlberg vendiendo calzoncillos Calvin Klein,

y el bikini a lunares amarillo diminuto justo justo que ya no me entra

ni en el dedo gordo del pie).



El verano me deprime.

Hace años que me deprime.

Y hoy pronostican otra vez  30 grados.

30 horribles y pegajosos grados y verano para rato.

Con lo que eso duele. 



Ay, con lo que eso duele.



Arte: Mara Sicca


miércoles, 27 de enero de 2016

CENIZAS


  CENIZAS



Hace tiempo que mis horas

son la última hora.

Quiero gastarme.

Trepar los vagones de la noche.

 Obligarme a mugir

ante el desove furioso del tabaco,

ante el error de confundir los rostros,

de hundir los dedos y la lengua

en lo profundo de todo fango.

Prorrogar mis vigilias.

Mi empecinada huelga de estrellas.



Hace tiempo que me río con dolor

como una alondra frente a un espejo.

¿Acaso el amor es sólo un ruido de peces

a cara descubierta?

¿Acaso el amor se mide

por el aullido más feroz, por el llanto más fértil,

por la hemorragia de pena más profusa?



Ella llega cuando llega

la hora del desierto.

Despedaza mi sombra para saber

quién se queda con la llaga más grande.

Trepa a mi cuerpo en un ritual de barro,

de musgo,

de sangre.

Perfora mi garganta con arpones de humo.

Ella me come y me bebe,

acordona mi cabeza

con una cinta de pájaros amnésicos,

con el canto helado de los campanarios.



 Hace tiempo que mis horas

son la última hora.

A veces

me vuelo la cabeza con un grito.

Pero no me voy.

Ciega de alma, muda de alma, no me voy.

Todavía no.



Todavía espero a alguien que llore conmigo.


  

Poema presentado en  el Lanzamiento de la Maestría Virtual “Prevención y Tratamiento Multidisciplinario de las Adicciones”, organizada por IDIA (Bs. As.) y la CESUM Universidad (Tijuana, México), Auditorio de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Bs. As.) (2013)


sábado, 23 de enero de 2016

LOS POEMAS QUE NO TE ESCRIBÍ


LOS POEMAS QUE NO TE ESCRIBÍ


Los poemas que no te escribí

se alejan
como palomas de humo.
Se caen de mis manos,
de mi boca,
de mi sexo hambriento.
Los pierdo
como un árbol que pierde sus hojas.
Sin pesar.
Sin conciencia.
Los poemas que no te escribí

dejaron de dolerme,
de escocerme, de minarme.
Dejaron de ser mis llagas.
Ellos te definían:
amor, amor,
animal terrestre,
animal celeste,
brújula carnal para navegar
mi desnudez más luminosa.
Ellos me definían:
el don de la ingenuidad.


Los poemas que no te escribí
se alejan
como te alejás vos.
Entonces cierro las piernas
y sé que cierro
un libro lleno de historias maravillosas.
Nuestro cuento no fue un cuento de Andersen
(ni siquiera puedo recordarte
con una tristeza limpia).
No soy una bailarina de papel
(hace tanto tiempo que no soy una bailarina de papel).
Soy una mujer confusa  y algo miope,
una mujer madura
(aunque conserve mis manos de hada
y pretenda que los poemas que te escribí
hayan valido la pena,
e insista para que seas ése a quien yo quería
y no éste,
tan trivial, tan ajeno,
tan desatendido de mis constelaciones).



Arte: Zurab Martiashvili



jueves, 21 de enero de 2016

ELLA TENÍA UN PAÑUELO


ELLA TENÍA UN PAÑUELO

A Azucena Villaflor, pionera del Movimiento Madres de Plaza de Mayo, secuestrada y asesinada en diciembre de 1977



Ella tenía un pañuelo.

Se columpiaba en el umbral del aire

para tocar la inocencia de su hijo

-entonces el pañuelo era pañal-.

Se sentaba a la mesa del dolor

a comerse la ausencia de su hijo

-entonces el pañuelo era mantel-.

Se caminaba en un hilo de palomas

para contar a su hijo entre los vivos

-entonces el pañuelo era bandera-.



Ella tenía un pañuelo en la garganta.

Ese pañuelo era su voz,

la quemadura blanca del reclamo.

A veces se soltaba como un pájaro

y volaba detrás  de algún recuerdo

-rodillas nítidas, pedacitos azules de verano,

dos o tres mariposas

enredadas en la túnica del cielo-.

A veces guardaba sus ojos en la lluvia.



Ella tenía un pañuelo.

Con su pañuelo tocó todas las muertes.

Apretó su corazón contra las olas.

Se deshuesó en el mar

-la deshuesaron

los funestos de siempre,

los que sembraron terrorescadáverescenizas,

los  que nunca pudieron abrazar

la ternura de un nido-.



Ahora, nosotros tenemos un pañuelo.






Arte:  Mural en homenaje a las y los desaparecidos y a sus madres en la Calle Garibaldi, en el barrio de La Boca, Buenos Aires

2º Premio Poesía Tercer Concurso Literario Bienal Internacional de Poesía y Narrativa 2015, Campana Amanecer Literario (C.A.L.), Campana, Bs. As. (2015) 




martes, 19 de enero de 2016

DESTERRADOS


DESTERRADOS



Cada sitio de mí, desordenado,

cada pequeña culpa,

cada ira, cada uva,

cada vieja película en blanco y negro

que miro los sábados a la noche

mientras suelto el deseo y las manos

para tocarte

más allá del eclipse de la ausencia,

saben que estás ahí,

desbocado como un caballo oscuro,

estrellando tus dientes contra una tribu de ángeles carnívoros,

y que yo estoy,

inalterable,

detrás de la prisión de tus párpados.



Animal de agua

escurriéndome

entre la anarquía de tus piernas

toda la noche,

toda tu noche,

para volatizarme en tu canto encarcelado

y no ser nada.

Llave del torbellino vos,

abriéndome,

mientras yo lloro muy despacio,

y endulzo lo que no está

como una abeja leve.



Desterrados los dos

de les fleurs du mal,

de las flores,

de todas.

Expatriados.



Cómo nos delatamos en la memoria,

cómo nos desnudamos y nos mordemos

con serpientes de aire,

cómo nos respiramos.

Y yo miro, de pronto, el reloj

para saber si ya son las doce.

Y vos deseás que me olvide un zapato

para tener una excusa

que te permita entrar en mi casa

y verme

como no me viste nunca:

podando los rosales,

acariciando la cabeza de mi hijo,

durmiendo abrazada a mi almohadón violeta.

Como si esto no doliera tanto

y nuestras vidas fuesen un cuento.





Arte: "Lovers Embrace", Chris Duffy

Poema publicado en la Revista "Palabras Diversas" Nº 51


sábado, 16 de enero de 2016

MORE THAN WORDS


MORE THAN WORDS

“All you have to do is close your eyes and just reach out your hands, and touch me.” – Gary Cherone / Nuno Bettencourt, “More than words”



Busco un recuerdo

que no esté

contaminado de muerte.

Y ahí está él,

suturando los bordes de la herida.

Lo miro

pero no veo la sangre.

No veo el golpe ciego de la sangre.

Desnudo,

la espalda arqueada sobre mi deseo,

un animal blanco,

un animal puramente blanco.

Largo y loco como el viento.

El aleteo inmenso entre mis piernas.

La flor que yo esperaba.

La prometida,

Y afuera, la tormenta.



Habíamos brindado.

Se acababa el año de la suerte

(el Año de la Cabra).

Pero no sabíamos.

Y hacíamos el amor como se hace el poema:

galopando el relámpago.



No se podía decir todo.

Nunca se puede decir todo:

el lenguaje es el límite.

Por eso poníamos el cuerpo.



Qué casualidad que en la radio sonara esa canción.

Más que palabras.



Más.



Más.




Arte: Kate Moss & Johnny Depp, Annie Leibovitz