jueves, 26 de diciembre de 2013

CULITO FANTASMA


CULITO FANTASMA
A Daniel



Hace tanto tiempo que no voy a la playa.
Hace tanto tiempo que no junto caracolitos azules,
ni grito cuando me toca un agua viva,
ni le pido  un sandwich a mamá cuando llega el mediodía
(mami, dame un sanguchito de jamón y queso,
pero sin grasita,
con grasita no quiero,
mejor uno de salame).



Hace tanto tiempo que no dibujo flores y corazones
con un palito en la arena
y vos dibujás al lado mío,
porque siempre estabas al lado mío.
A los seis años yo dibujaba lindo,
pero vos a los tres
no hacías más que garabatos,
aunque con el tiempo dibujaste mejor que yo
(entre mis tesoros conservo
algunos de tus dibujos:
el retrato de Charly García,
la caricatura de los cuatro magos de Magical Mystery Tour).
En esa época

(en esa época de playa, de infancia,
de precarios castillitos de arena
y baldes de colores para juntar almejas)
yo sacaba conejos rosados de mi galera de palabras
y esos conejos brincaban a tu alrededor,
te hociqueaban,
te besaban las manos.
Algunas veces no eran tan mansos
y te mordían los talones
(porque no en todas mis historias se comían perdices,
en algunas el monstruo de la tormenta o el cuco malo
tenían papeles estelares).


Recuerdo tu pequeño cuerpecito,

la pelusa de durazno que cubría tu espalda dorada.
Cuando te bañabas
te mirabas en el espejo y te reías
al ver las marcas que te había dejado el sol
porque decías que tenías un culito fantasma.


Si hubiera sabido que ibas a morirte antes que yo,

antes que todos,
antes de la artrosis, la presbicia
y los días dando vueltas alrededor del recuerdo,
te hubiera agarrado de la mano
para no soltarte más.
Mis conejos rosados hubieran sido siempre criaturas dulces
como copos de algodón de azúcar.
Jamás te hubiera asustado.
Jamás te hubiera invocado al monstruo de la tormenta
para que te llevara a su palacio de truenos
porque te portabas mal.


Mi hermano está muerto.



Es lo primero que pienso cada noche
cuando apoyo la cabeza en la almohada.
Una realidad atroz que me parte la cabeza como un relámpago.
Cada noche, cada noche, cada noche.
Siempre.
¿Y sabés qué hago?
¿Sabés que hago para dormirme sin llorar?
Pienso en la playa.
Pienso en los sanguchitos,
en los caracoles,
en los conejos rosados.
Pienso en un nene dibujando garabatos en la arena.
Entonces no tengo un hermano muerto:
tengo un hermano chiquito.


Hermanito, hermanito, hermanito.



Culito fantasma.



Arte: "Beach Boy Into the Surf",  Barbara Rosenzweig

Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones

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