martes, 9 de febrero de 2016

HISTORIAS DE EX - AMANTES


HISTORIAS DE EX - AMANTES
  


I

Bajo sospecha, mis gestos.   

Geométricos gestos  que se arriman  

a un fuego que no les pertenece.  

Cruzo los dedos del alba cuando el cuerpo apetecido

se detiene al reborde del sueño.  

Pero él no me mira.  

Ni siquiera me recuerda.  

El alba tiene, ahora, las manos abiertas.  

Los gestos –los geométricos gestos-  

también están abiertos.  

Y duelen.



II

Un minuto de silencio.

Un minuto de silencio cada día,

mientras le lavo los dientes a la cordura.

Por los amores muertos.

Por la mañana que se despereza

–angosta, rigurosa-

al borde de la trampa habitual de ser y parecer otra.


  
III

El que estuvo –el que se detuvo en mi útero cantado

y lo hizo noche a golpes de guitarra-  

sigue cavando en mi cuerpo desde su trova y su huida.

Su piel regresa, algunas veces,

pero la barro debajo de la alfombra.

Soy la perfecta casada y no tengo tiempo para ocuparme

del retorno de una mariposa incomprensible.



IV

La culpa la tuvo el verano.

La culpa la tuvo el pulmón rosado

que había olvidado el idioma del aire.

La culpa la tuvieron mis uñas de gatita hambrienta

arañando los pantalones  de un amo desconsiderado

que llevaba siglos muerto.

La culpa la tuvo su estúpida manía de adivinar

la intención de la luz.

Podría insultarlo, pero le escribo un poema.

Un poema daña más.



V

Cortada en dos bosquejo

el impensado diseño del recuerdo.

Al norte de mi ombligo, la cabeza y el corazón, que no saben;

 al sur - intenso, como el cadáver de un pájaro-

un sexo indecoroso, que sí sabe.

La felicidad -esa dama idiota  que brinda

cuando el almanaque se desguaza

y jamás hace preguntas incómodas-

se prodiga siempre a los ignorantes.



VI

Hubo en mi entrega un rebaño de palabras.

Blanco sobre blanco.

El lujo de saberme nueva en la burbuja del delirio:

un lunar de estreno,

un muslo que nunca había transgredido

la mirada de lo cotidiano.

El rebaño, esquilado,

 es hoy un paisaje lunar,

la anatomía perfecta del vacío.

No me estreno más.

Me desnudo lo estrictamente necesario.



VII

Y este esqueleto

–compañero tácito de lances y reveses-

quiere saber.

Quiere saber a dónde irá a reclamar

un mejor trato

cuando la carne sobre

y sangrar deje de ser una excusa.

A su casa, no.

A su casa, nunca.




VIII

La mano del que estuvo 

-el que me alargó la sombra hasta hacerla infinita-

tremola, algunas veces,

 en la aldaba que custodia mis cicatrices.

Nunca me dio de comer,

pero le muerdo la mano.

Con dientes de niebla.

Con dientes de reproche.



IX

Adentro duerme el llanto.

Adentro duerme la lluvia.

Sin canciones para ablandar el miedo.

Con la lámpara encendida.



X

Tiendo la mesa, tarareando una canción antigua.

El mantel me miente y se pronuncia

como una sábana palpitante.

Pero no espero encontrarlo en el revés de ese lienzo fingido.

 Un plato azul sacude cualquier atisbo de duda.

Tiendo la mesa para los que amo.

Todo lo demás es pasado.





2 comentarios: