miércoles, 24 de diciembre de 2014

POSTAL DE NAVIDAD


POSTAL DE NAVIDAD


Él te decía que no,
que no,
que no.
Que no te iba a lastimar.
Te lo decía con sonrisa de Lobo Feroz.
Con una 9 milímetros en la mano.
Y vos le creías.
Le creías y lo amabas.
Amarlo era tan pagano,
tan inexplicable,
tan ferozmente idiota
como ponerse una bombachita rosa
para esperar la Navidad.
Jesús renace cada diciembre
para que vos puedas ponerte esa estúpida bombacha
y pienses en él,
y lo imagines haciendo el amor con la piba de la foto,
los dos envueltos en guirnaldas tan cegadoramente doradas
como un infame gato chino de la suerte
(quizás por eso vos no tenés suerte,
porque odiás al gato,
aborrecés al gato,
matarías al gato si fuera algo más que una ridícula pieza de plástico:
ese gato es tan ella,
tan estridentemente ella,
y vos sos una muñequita de porcelana Hummel,
un bibelot demodé,
una cosita tan frágil que da pena).


Él te decía que no,
que no,
que no.
Que no te iba a lastimar.
Te lo decía con sonrisa de Barba Azul.
Con una navaja en la mano.
Y vos le creías.
Le creías y lo amabas.
Ahora decís que no lo amás
pero tenés puesta una bombachita rosa desconsolada
y te encerrás a llorar en el baño después del brindis
(y cuando te preguntan le echás la culpa al champagne por los ojos rojos,
por la sonrisa que se te cae de la boca,
por el deseo irreprimible de envenenar a un gato).



Arte: "Peppermint Forest",  Michele Lynch


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