martes, 22 de enero de 2013

MAMÁ


MAMÁ



Fue una noche de verano,

hace algunos años.

Mis ojos se escurrieron

por una ventana inexplicable

-una de esas ventanas que elegimos

cuando nos toca elegir entre morir y no morir-

y la vi.

Una muchacha joven,

delgada,

con una cara clásicamente bella

-no tenía mis rasgos enérgicos,

mi nariz concluyente,

mi boca huracanada:

era suave como un pez azul,

acogedora como el idioma del agua-.


  
Llevaba puesto

un vestido barato

y su cuerpo estaba vivo

debajo de ese vestido.

Rotundamente vivo.


  
La reconocí enseguida.

Supe quién era,

supe qué hacía allí:

lo estaba esperando.

Él también estaba rotundamente vivo

el alguna parte

y sobre los dos

gravitaba un sueño.



Quise subirme a las palabras

y llamarla,

decirle quién era,

contarle todo lo que había pasado

en su vida

y en la mía,

extenderme

en la tierra fragante de sus brazos.


  
Pero me contuve.


  
Ninguna muchacha debería conocer,

de antemano,

el destino de sus lágrimas.



  
Mención Especial Certamen Literario Nacional "Ciudad de Olavarría", Biblioteca Popular Crucero General Belgrano, Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas y Comité Olavarría UCR, Olavarría, Bs. As. (2012)



4 comentarios:

  1. Muy lindo poema Raquel, a veces el destino nos marca muy temprano.Abrazos
    Rosa Lía

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Rosa Lía. Es cierto lo que decís. Es bueno poder tomar las experiencias tristes y convertirlas en poesía.
      Un abrazo!

      Borrar
  2. Hola guapa, ¡precioso poema!, a veces cuando miramos
    atrás cambiaríamos el rumbo del destino.
    feliz semana.
    un saludo.

    ResponderBorrar
  3. Muchas gracias, Ricardo! Bonita semana para vos también. Un abrazo!

    ResponderBorrar