domingo, 29 de mayo de 2011

DIARIO DE PRIMAVERA


DIARIO DE PRIMAVERA

“Cambié de ubicación: ocupo el sitio de mi hermano.” –Lucas Serra




I

La primavera canta con la voz complaciente de un limosnero idiota. Yo la escucho a hurtadillas, como si fuera el eco de los pasos de un amante. Los amantes se van. Pero la primavera llega. Con pétalos para las fosas nasales dormidas.


II

Los hombres y las mujeres se acercan, atraídos por el polen. Tienen rostros que ya no importan. La mecánica irreflexiva de sus voces me espolea amorosamente. Necesito tragar esta porción nacida de la Muerte. Devorar el melancólico manjar. Ya habrá tiempo después para el reposo.


III

Elijo un motín de rosas, la bravura de plantarle cara a la Muerte, de romper su cadena de mando. Pretendo parir con una flor. Sólo con una flor. Pero cada hora tiene su engaño: el nido de musgo, la luna en el aire. Y me duele la sangre en los extremos rojos.


IV

El sol no se dijo a tiempo. La muerte no se dijo nunca. Entonces miro al sol como miro a la muerte: hasta quemarme los ojos.


V

Todo lo verde se esfuma. El cuerpo se deshace: no fue más que un capricho. Permanece la piedra en la garganta. El dedo erosionando la vaciedad de todo padrenuestro. Arrojo flores contra mí. Arrojo flores como pensamientos astillados.


VI

Tiritando de pavor frente al muro horizontal de la espalda. Sólo mi voz recién nacida reclamando por una muñeca rota. Sólo la vejiga equivocada y la humedad temporal de las piernas. Debería callarme. Debería dar tres pasos atrás en el reloj. Pero no puedo.


VII

Debajo de la costra de sangre seca palpita un corazón que no sirve para vivir pero sigue latiendo, arropado por no sé qué esperanza, arropado por los tallos defectuosos de todos los parias de la Tierra. Tiene la forma de un féretro iracundo, de un gruñido de lobo.


VIII

Hay un río imperfecto que no alcanza para vetar la sed. Hay una sed feroz reptando como raso en la garganta. El pan de la oscuridad es enorme. Lo parto en un mantel de lluvia extendido sobre el reclamo de mis muertos.


IX

La ausencia es la constante. Con la aguja estropeada del recuerdo debo coser y descoser palabras. Tejer y destejer señuelos. Dejar una marca de vida. Nadie muere sabiendo su muerte. Qué luz iluminó su flanco.


X

Algo me roza pero no adivino si viene de Dios o viene de la versión pagana del libro que Dios ha escrito. Tampoco sé si viene del terror de saber que ese roce no es posible. Las cruces me complican las manos.


XI

Un trapo rojo entre sutura y sutura. Un trapo blanco donde capitulo. Sin condiciones. Acepto que otra vez florezcan los manzanos.


XII

Éramos tres en la canción que cantábamos esa noche. A veces alguno desafinaba. A veces, alguno quería arrancarse la voz, callarse para siempre. A veces nos odiábamos con una vocación tan alta que arañaba la luna. Pero éramos tres. Ahora somos sólo dos mujeres perdidas. ¿Y a esto llaman primavera?


Arte: "La niña que miraba el infinito", Nicoletta Tomas Caravia
Del poemario "Hermano", El Mensú Ediciones, 2011
Mención Especial Nacional Poesía Concurso Nacional de Poesía y Cuento “El Quijote de Plata XXXIV”, Asociación Arte y Cultura de San Lorenzo, San Lorenzo, Santa Fe (2011)

  

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