lunes, 15 de noviembre de 2010

EL LARGO SUEÑO


EL LARGO SUEÑO



Toda la noche estuve

bailando con tu sombra.

Mi poema respiraba,

en tu almohada,

solo,

y yo caía de hinojos,

fulminada

por la presencia feroz

de tu semilla armada. 



Toda la noche estuve

usando tus cubiertos,

bebiendo de tu vaso,

saciándome

en la angostura del sueño.

Había pájaros arriba,

arañando el cielorraso

con sus trinos multitudinarios

y naranjas fragantes

rodando

al pie de una cama profunda. 




Yo era una leona blanca

y tus manos

trajinaban mi piel.

Un idioma de olas

empapaba

la madeja de las lenguas atentas:

íbamos y veníamos

subyugados

por la fuerza gravitacional del beso. 



Toda la noche estuve

enumerando temblores.

Ninguno de los dos lloró,

¡y estuvimos tan cerca de los cuchillos! 

Amaneció y vino la Muerte.

Una pequeña Muerte,

con su mujer a cuestas. 



La mujer que se prepara un café anémico

y llama a una amiga por teléfono

 sólo para decirle:

“¿Te acordás de ese tipo,

el de los ojos verdes…?”




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