martes, 13 de octubre de 2009

TÉ PARA UNO


TÉ PARA UNO



Esto no es una película de Shyamalan, 

pero yo también veo gente muerta. 

Los muertos 

-mis muertos- 

se atrincheran blandamente en la lluvia delatora 

que le muerde las manos al otoño 

y resisten la furia del olvido, 

su bocanada absurda de papeles mustios 

y lápidas inciertas. 

Yo les sirvo té muy azucarado 

en preciosas tacitas de porcelana 

y alfombro sus gargantas con mis gritos, 

y amueblo sus pupilas con mi llanto. 

Los muertos 

-mis muertos- 

casi nunca contestan mis preguntas, 

sólo beben su té y enseñan sus encías grises 

en un remedo ingrato de sonrisa. 

Yo invento una merienda surrealista 

para alegrar sus huesecitos tristes, 

y atesoro con celo mi alcancía de sombras, 

mis visiones de endechas y naufragios, 

mis espejos trucados.



Esto no es una película de Shyamalan. 

Tampoco es un capítulo de “Alicia en el País de las Maravillas”. 

Esta es mi vida 

y estos son mis muertos. 

Esta es mi taza de té 

y este  es mi insoportable desamparo. 

Y esta es mi soledad,

intacta.





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